lunes, 14 de julio de 2008

poesias de Enrique Gonzalez Martinez

CUANDO SEPAS HALLAR UNA SONRISA

Cando sepas hallar una sonrisa

en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida en el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos;

entonces, en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas de tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo ,con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias...
Y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.

Enrique González Martínez




¿TE ACUERDAS DE LA TARDE . . .?

¿Te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal? . . .
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .

Mis ojos eran hechos para formas sensibles;
me embriagaba la línea, adoraba el color;
apartaba mi espíritu de sueños imposibles,
desdeñaba las sombras enemigas del sol.

Del jardín me atraían el jazmín y la rosa
(la sangre de la rosa, la nieve del jazmín)
sin saber que a mi lado pasaba temblorosa,
hablándome en secreto, el alma del jardín.

Halagaban mi oído las voces de las aves,
la balada del viento, el canto del pastor,
y yo formaba coro con las notas suaves,
y enmudecían ellas y enmudecía yo. . .

Jamás seguir lograba el fugitivo rastro
de lo que ya no existe, de lo que ya se fue. . .
Al fenecer la nota, al apagarse el astro,
¡oh sombras, oh silencio, dormitabais también!

¿Te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal?
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .



Enrique Gonzalez Martinez



TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE. . .

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en al sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno


Enrique Gonzalez Martinez

YO VOY ALEGREMENTE

Yo voy alegremente por donde va la vida,
entre vernales hálitos o ventiscas de otoño,
mirando cómo cuaja en la yema el retoño
o cómo voltejea una rosa caída.

Yo voy con el pie ligero y labio sonriente
a veces solo, a veces con el turbión humano,
y llevo mis ensueños cogido de la mano
y mi enjambre de rimas en torno de la frente.

Tengo una flama oculta que siempre va conmigo,
flama de amor que nunca se extingue ni consume;
si hay una flor al paso, aspiro su perfume;
si hay una fresca boca, corro a besarla. . . y sigo. . .

Yo soy como un viajero que cruza la floresta
sin que jamás le importe ni rumbo ni distancia,
a quien el bosque entona un himno de fragancia,
una canción de risas y un madrigal de fiesta.

Yo sé que viento y lluvias con ímpetu salvaje
suelen barrer las frondas; mas tengo yo un asilo
callado y misterioso en que esperar tranquilo
a que el sosiego torne y a que el torrente baje.

¡Oh mi divina gruta de goces interiores
en que la vida adquiere intensidad extraña,
que sólo yo conozco, que eternamente baña
un sol que prende luces y que revienta flores!

Allí callada y sola va a meditar el alma
como la linfa corre, como la alondra vuela;
allí el ensueño pasa cual fugitiva estela
que va regando espumas sobre la mar en calma.

Tristezas. . . sí las tengo; mas cuando el alma llora,
un inefable goce con mi dolor se aduna;
romántico trovero de las noches de luna,
soy lujurioso amante del sol y de la aurora.

Yo voy alegremente. . . De eróticas empresas
no la ocasión propicia esquivo, a fuer de sabio,
y en más de alguna boca bebió el sediento labio
la sangre de las moras y el jugo de las fresas. . .

Yo vivo alegremente; y al dar mi despedida
a mi postrer crepúsculo o a mi última alborada,
estrecharé en mis manos la mano de la amada
y cerraré mis ojos al beso de la vida.


Enrique Gonzalez Martinez


EL SEMBRADOR DE ESTRELLAS

Y pasarás, y al verte se dirán: "¿Qué camino
va siguiendo el sonámbulo?...." Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.

Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . . .Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: "Esperemos que vuelva."

Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.

Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
"Es un ladrón de estrellas..." Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas. . . .

Enrique Gonzalez Martinez

Biografia de Enrique Gonzalez Martinez


ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ
(1871-1952)
Letras

"Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje..." Con estas palabras, Enrique González Martínez marcaba el arranque de la reacción contra el modernismo en la poesía dentro del continente americano. Este poeta nació en Guadalajara el 13 de abril de 1871. Manifestó desde niño una inquietud por las letras, favorecida por el ambiente culto que se respiraba en su familia, en particular gracias a la sensibilidad de su madre que leía y escribía poesía. Su padre era profesor y fue él quien le impartió las primeras lecciones escolares. Su primera obra literaria fue un cuento que escribió a los ocho años.
Ingresó al Liceo de Varones y al mismo tiempo cursó la preparatoria en el Seminario Conciliar. En 1886 entró a la Escuela de Medicina, mientras estudiaba logró la publicación de varios poemas en diarios y revistas de Guadalajara. Obtuvo su título como médico, cirujano y partero en 1893, al momento se integró al cuerpo docente de la escuela como profesor adjunto de fisiología. Pero, Enrique González Martínez no dejaba su afecto por las letras; publicó el primero de una serie de tres cuentos en El Heraldo de Guadalajara, además de poemas en diversas publicaciones.
Se trasladó a Sinaloa cuando tenía 25 años. Desde ahí tuvo contacto con importantes escritores de la ciudad de México y comenzó a colaborar en revistas literarias de varias ciudades del país. La imprenta Retes de Mazatlán editó el primer libro de versos de González Martínez con el nombre Preludios. A ésta obra le siguieron Lirismos; Silénter, que le valió ser nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y Los Senderos Ocultos, escrito que le dio renombre en las letras mexicanas. En 1911 se trasladó a la ciudad de México e ingresó al Ateneo de la Juventud, cuya presidencia ocupó en 1912.
Desempeñó cargos públicos desde su estancia en Sinaloa, donde ocupó el puesto de Prefecto Político en Mocorito y el de Secretario General del Gobierno estatal. Durante el gobierno de Victoriano Huerta se desempeñó como subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y en 1914 tuvo a su cargo la Subsecretaría General del Gobierno de Puebla. De 1920 a 1931 incursionó en la diplomacia como ministro plenipotenciario en Chile, Argentina, España y Portugal. De regreso a México trabajó en la Fundación Rafael Dondé y en el Banco Nacional de Crédito Agrícola.
Se dedicó a la enseñanza de la literatura desde 1915 con clases en la Escuela Nacional Preparatoria, en la Escuela Normal para Señoritas y en Altos Estudios. Participó en la edición de publicaciones periódicas; dirigió, junto a Sixto Osuna la revista Arte, en 1911 fundó la revista Argos, laboró también como editorialista de El Imparcial y tuvo a su cargo la dirección de la revista Pegaso junto a López Velarde y Efrén Rebolledo en 1917. Además de la Academia Mexicana de la Lengua y otros organismos, fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana desde 1942 y de El Colegio Nacional desde 1943. Recibió en 1944 el Premio Nacional de Literatura "Manuel Ávila Camacho".
Su transcurso por la medicina, la docencia, la diplomacia, la política y el periodismo no le impidió realizar una constante y espléndida creación literaria. Además de las ya mencionadas y de otras obras literarias, este fecundo poeta jalisciense escribió: La muerte del cisne (1914); El libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño (1916); Parábolas y otros poemas (1918); Señales furtivas (1925); El diluvio de fuego (1938); Tres rosas en el ánfora (1939); Bajo el signo mortal (1942); los cuentos autobiográficos: El hombre del búho (1944) y La apacible locura (1951); Segundo despertar y otros poemas (1945) y Babel (1949) reconocido como uno de los mejores cuentos pacifistas. Además El Colegio Nacional publicó sus Obras Completas.
La obra poética de González Martínez sobresale porque en ella se advierte un tono de sabia reflexión que hizo volver la poesía hacia los cauces en que la profundidad del pensamiento no resulta contradictoria a las formas líricas. Tenía un estilo pulcro y cuidadoso que imprimía en temas con elementos estéticos nacionales; un lenguaje sencillo y directo que daba vida a una poesía intimista y reflexiva. Murió en la ciudad de México el 19 de febrero de 1952, descansa en la Rotonda de los Hombres Ilustres en esa ciudad.
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Álvarez, Rogelio (director). Enciclopedia de México, tomo 6, México: Editorial Grafos y punto, 1993, pp. 3441-3443
Martínez Réding, Fernando (Director). Enciclopedia Temática Jalisciense, Arte, Guadalajara, 1992. T. VII
Rosales, Luis, Primavera y Flor de la literatura hispanoamericana, t. 4, Madrid: 1966, 489-493.
Jalisco a sus hombres y sus nombres, publicado por El Informador, Guadalajara: 24 de agosto de 1993.
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, tomo 2, 6ª edición, México: Editorial Porrúa, 1995, P. 1530 (4 tomos)

Biografia tomada de:Jaliscienses distinguidos